martes, 25 de octubre de 2016

La poesía no se mancha



Caminamos por la línea
y vos me mandás 
a escribir un poema.
Vuelvo al primer día
a la entretela divisoria
que construimos
con palabras a favor,
y hoy me mandás 
a escribir 
                 un 
                       poema, 
pero como quien manda
a otro a la mierda,
y cuando junto mierda 
                                          y poema
entiendo que la entretela creció
en espirales, como telarañas,
oscureciéndonos como un faro
que desorienta, y desde atrás
te miro, 
desde mi país de versos mierdosos,
mientras vos te alejás por la línea
                                        incolora
                                        inodora
                                        e insípida
que no sabe ensuciarse
de mí.

domingo, 2 de octubre de 2016

El último eslabón (relato)



     Había mirado porno toda la tarde. Era fin de mes y los proveedores sabían que era inútil llamar para reclamar un cobro. Pudo aprovechar para mirar videos porque lo habían mudado provisoriamente a la oficina de un ex gerente que había renunciado. A la suya la estaban arreglando. En su oficina tenía filtros antipornografía, porque no era gerente. Se ve que sólo se permitían ese tipo de estímulos en los altos cargos, y él tenía un puesto sin nombre, carrera o futuro. Afuera llovía. En el auto se sintió florecido y adolescente, la piel tenía esa sensibilidad que sólo la da la fiebre y la excitación. Se miró el pantalón, con orgullo. Le gustaba corroborar que estaba vivo, que el sexo todavía no era parte de un álbum que se saca para mirar con nostalgia en los feriados. Apuró las esquinas para llegar a casa. Ella no lo estaría esperando y era mejor así. Le gustaba decidir por los dos el cuándo y cómo. Desencajarle la tarde, violarla como un mono; la antítesis de quien era cuando atendía a los clientes, explicándoles las ventajas del nuevo tornillo de material irrompible e ignífugo. Un discurso aburrido, prescindible, como él en esa empresa. El último eslabón de una cadena de gente que tenía derecho a patearlo hasta que se desintegrara en pequeñísimas partes de nada. Pero en casa él era hombre. Y esa dualidad también lo excitaba. 
     Abrió la puerta y la encontró de jogging y con el pelo atado, limpiando.  Verla mover el culo mientras repasaba la cera contra el piso le hizo aumentar la dureza dentro del pantalón. Estaba en el borde mismo donde el placer comienza a ser doloroso, donde la exigencia de resolución se vuelve necesaria. Cerró la puerta con fuerza extrema, para anunciarse. Ella giró la cabeza sin levantarse y lo miró con sorpresa. Tardó dos segundos en comprender y bajó la mirada, evaluando qué hacer, mientras el trapo en su mano, detenido, esperaba la orden de seguir puliendo. Él fue hasta la heladera y se sirvió una cerveza. Después se aflojó el nudo de la corbata y se apoyó contra el marco de la puerta, tomando tragos cortos y observándola. Ella siguió limpiando el piso. Los rasgos de su cara se habían puesto tensos. No se habían saludado. Sus movimientos se volvieron enérgicos y mecánicos, haciendo que el culo se le meneara de forma tosca y nerviosa. Era como si representara una coreografía hipnótica e involuntaria para el único espectador que había pagado su entrada y que ahora esperaba desde la butaca ser complacido, pero sin querer complacerlo.  Él la dejaría danzar, desentendida de su presencia, hasta que se olvidara que estaba ahí. Estiraba el contenido de la botella, para que lo acompañara durante otro rato. 
     Cuando ella relajó sus facciones, supo que era el momento. Se acercó por atrás y la tiró al piso. Ella emitió un sonido corto y agudo. Él tironeó con fuerza de la remera y se internó en la batalla final para sacarle el jogging manchado de cera, mientras ella ofrecía pelea retorciéndose y apretando la pelvis contra el piso.  Cuando por fin él ganó con un 2 a 0, vio que la bombacha roja hacía juego con el corpiño, y entendió que había caído en una trampa. Ella sonreía con la boca pegada al piso. Entonces él se levantó, se ajustó la corbata y dio el último portazo, antes de desintegrarse con la lluvia.